28-3-20
¡JAMÁS
HA HABLADO NADIE COMO ESE HOMBRE!
Sigue
San Juan (7,40-53) con la disputa de los judíos. En esta ocasión,
entre ellos, para averiguar quién era Jesús. No se ponen de
acuerdo, porque no han buscado con el corazón. Los guardias quedan
impresionados y no le detienen, “Jamás ha hablado nadie como ese
hombre”.
Es
difícil comprender cómo están tan ciegos. ¿Pueden hablan tan mal
de Jesús, precisamente los doctores de la Ley, los que se saben las
Escrituras? Su corazón está tan endurecido que no escucharían ni
aunque volviera Moisés. Fijémonos lo que dice el texto, que ni los
jefes ni los fariseos han creído en Él.
Ellos
están en otra onda. Son de dura cerviz. No pueden comprender al
Mesías.
“Signo
de contradicción” que dijo Simeón a la Virgen María. (Lc.2,34),
entonces y ahora.
Si
ayer fueron los judíos los que principalmente se oponían al Señor,
hoy son muchos más los que de alguna manera lo rechazan, lo
desprecian o lo ignoran. Y si bien siempre se ha mantenido un pequeño
resto que lo ha amado y ha seguido, los demás le hemos dado la
espalda en mayor o menor medida. No le hemos llegado a conocer, no
nos hemos preocupado de saber “de donde viene y a donde fue”. Eso
ha hecho que el alejamiento de Dios haya sido tal, que forzosamente
nos teníamos que encontrar con la obscuridad, con las tinieblas.
El
Papa Francisco nos emocionó a todos ayer en su Homilía desde la
Plaza de San Pedro. Hizo
un
reconocimiento de nuestros pecados y de nuestra nada e imploró
Misericordia al
Señor. Ese debe ser el
camino.
Estábamos
todos los creyentes muy cómodos, muy satisfechos, muy tranquilos de
nuestros actos. Y el resto de la humanidad, pasando la vida muchos
sin fruto y la mayoría pendientes de los placeres, mientras los
humildes del mundo sufrían o se morían masivamente, sin que nadie
les tomara en consideración, como una consecuencia de la vida.
Durante
la homilía de
ayer,
el Papa tocó
dos puntos importantísimos.
La necesidad de abrazarse a la cruz para asumir las tribulaciones y
que viendo la situación actual, comprendía la frase de Jesús:
“Padre que todos sean uno”.
¡PUES
LLEVÉMOSLOS A LA PRÁCTICA!
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