LA OBEDIENCIA (2)
Volviendo a tomar notas del Padre Torres, para seguir con este tema interesante, me viene a la vista la cita de Santiago (2,19) sobre los demonios. Me asusta pensar que algunas veces, si nos pasamos de “listos” en este asunto de La Obediencia, podemos obrar lo mismo que ellos.
Y sigo con las enseñanzas del Padre Torres. (Tomo III, Ejercicios Espirituales)
Dentro de la obediencia imperfecta, dice que va a tratar la Obediencia dificultosa, y apunta que hay almas muy fáciles para la obediencia; se toca el resorte de la obediencia y se ponen en movimiento con toda suavidad y decisión.
Y hay almas que, por más que se toque el resorte, no se ponen en marcha o sólo se ponen con dificultad. Esto produce más males de los que podíamos decir.
Lo primero, porque los que mandan no tienen libertad para mandar, no se atreven a exigirles todo lo que deberían dar, y así se privan de la luz que podría darles la obediencia, y del bien que sería para ellas entregarse, y del provecho que hay en obedecer.
El padre Torres continua diciendo que este mal proviene de dos o tres raices malísimas:
Unas veces proviene de almas que tienen un espíritu de contradicción, tienen siempre un pero en los labios; hasta sin pensar votan en contra.
Otras será de falta de humildad, debido a la falta de abnegación. Y claro esto causa un daño, por ser dificultoso para la obediencia. En vez de vivir gobernados por la Palabra de Dios, que es la palabra de la obediencia, vivimos gobernados por esas dificultades que llevamos dentro.
Y no es lo mismo estar gobernados por Dios que estar gobernados por los defectos propios, que no pueden llevar a nada bueno.
Para corregir el defecto, aconseja el padre que apliquemos lo dicho por San Ignacio en su famosa carta sobre la obediencia, que es procurar imitar el modo que tenían de obedecer los Padres antiguos, y que consistía en obedecer como suele hacerse en cosas de Fe.
Dice una cosa la fe, y, sin más, la creemos; pues lo mismo, si la obediencia dice algo, obedecerlo sin mirar a más.
De este modo, no cabe duda de que se quitan de raíz las dificultades. Debemos proceder así, pues el Señor ha dicho en el Evangelio: “El que a vosotros oye, a mí me oye”. (Lc. 10,16) Y, por tanto, sabemos que la voz de la obediencia es la voz de Dios.
No creáis que las almas difíciles para la obediencia se vayan a corregir por leer esto, pero si empiezan a recogerse en la presencia del Señor para pedirle que le haga fáciles, habrá empezado a ganarse al Señor, y, aunque le vaya costando, que cae y se vuelve a levantar, el Señor se compadecerá del alma y le dará gracia abundante para vencer.
Siempre se tiene el consuelo de que luchando se glorifica al Señor. Esta es una de las cosas que más sirven para ganar el Corazón de Cristo.
Que la sabiduría que expresa el Padre Torres en la buena virtud de la Obediencia, nos lleve a meditar nuestros actos, pidiéndole a la Santísima Virgen ayuda para discernir.
M.S.G. - 19-11-25. (CONTINUARÁ)

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